Sabemos
que nuestra vida en este mundo acaba con la muerte. Y eso debería bastar para
darle un nuevo rumbo a nuestra vida. Somos insensatos, como el sujeto de la
parábola, cuando pensamos que nuestra felicidad está en este mundo.
No
sabemos que es lo que realmente nos conviene y, por consiguiente, tampoco
sabemos pedir. Danos, Señor, al Espíritu Santo para que sea Él quien nos guíe y
nos alumbre el camino a seguir de acuerdo con tu Voluntad y correspondiendo a
tu Amor.
Sabemos que el epicentro de nuestros problemas está escondido en las cosas de este mundo. Nuestra ambición y afán por poseerlas nos angustia y enfrenta a los demás. Y, al final, todo es vanidad. Nada de aquí abajo, salvo amar, nos servirá para alcanzar la vida eterna.
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