Jesús Vive y su presencia renueva nuestra vida cada día, la llena de esperanza y de gozo. Su Resurrección nos sostiene y nos mantiene también llenos de esperanza de estar un día – la hora de nuestra muerte – que sabemos que llegará, resucitados a su lado eternamente.
Si
observamos todo lo que tenemos, nuestra boca debe llenarse de alabanzas y
glorias al Señor. Recibimos siempre más de lo que merecemos y, en el peor de
los casos, tenemos siempre la promesa de la Resurrección eterna en plenitud de
gozo y felicidad.
María Magdalena vio a Jesús Resucitado. En principio no le conoció, pues un cuerpo resucitado puede no ser reconocido, pero, al llamarla por su nombre, Jesús le quiso revelar su identidad para que fuese anunciado y proclamada su Resurrección. Y así ha sido.
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