Necesitamos
apoyo y, sobre todo, poder descansar de toda nuestra carga que la vida de este
mundo nos impone. Pero ¿dónde y en quién? Jesús nos invita en el Evangelio de
hoy a descansar en Él: En aquel tiempo, Jesús dijo: «Venid a mí todos los que estáis fatigados…
Despierta en mí, Señor, la capacidad de
descubrir los talentos y cualidades, tanto las que me has regalado a mí como
las que has dado a los demás. Sobre todo, en mi familia, trabajo, círculo
social, amigos, grupos y comunidad para poder apreciarlos y valorarlos.
Encontrar a Jesús y aceptarle exige abajarte de
tu suficiencia y pedestal. Necesitas tomar conciencia de tu pequeñez, de tus
necesidades y dependencia de su Amor Misericordioso las veinticuatro horas del
día. Es decir, hacerte niño dependiente de tu Padre. Y si no lo ves, te será
difícil entrar en el Reino de los Cielos.
Sería
descabellado y atrevido querer tomar el yugo de Jesús, el Señor, y cargar con
él sin contar con la Gracia y la presencia del Señor. Porque, amar como Él nos
ama nos será siempre imposible si no contamos con la asistencia y el auxilio
del Espíritu Santo, que, dicho sea de paso, para eso lo recibimos en nuestro
bautismo.
Por tanto, tomar el yugo de nuestro Señor, sí, pero siempre asistidos por la acción del Espíritu Santo. Nunca por nuestra cuenta.
¡Alabado y glorificado sea el Señor!
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