Es
evidente que tú y yo queremos ser felices. Y, más evidente todavía, buscamos
con todas nuestras fuerzas esa felicidad. Sin embargo, en este mundo no la
encontramos. Pertenece a otro mundo, el que Jesús nos promete y al que nos
invita. ¡Despertemos!
Me
doy cuenta, Señor, que no soy libre. Tengo muchas cadenas que me atan y me
impiden actuar como me gustaría. Mis aficiones son como adicciones que me
empujan a poner condiciones a mi deseos de amar y hacer el bien. Sí, me siento
atado. ¡Líbrame, Señor!
Pregúntate, no tengas miedo: ¿Qué es lo que quiero y busco en este mundo? ¿Creo que puedo encontrarlo? ¿Y qué me dice Jesús de Nazaret al respecto? ¿Creo que Él es ese Camino, Verdad y Vida que busco? Luego, ¿por qué no trato de conocerlo y ver que me propone?
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