Si
tu esperanza está puesta en este mundo, algo va mal en ti. Aquí abajo todo se
termina y dentro de ti, como de cualquiera, hay una chispa de deseo de
eternidad. No buscar e indagar ese anhelo y deseo es mal síntoma. Sobre todo
cuando hay esperanza de Buena Noticia.
Gracias,
Señor, por tu Espíritu, porque desde el instante de mi bautismo has orientado
mi vida por ese camino – protegiéndome – hacia la Casa del Padre. Y es en esa
Casa donde encontraré esa felicidad que emerge y bulle dentro de mí. Gracias
Espíritu Santo.
No
escondas esa esperanza de eternidad que llevas dentro de ti. Trata de darle
respuesta porque la hay. Jesús, el Señor te lo anuncias, y no solo con su
Palabra sino con su Vida, Obras y Resurrección. Su Palabra y Vida responde a
tus interrogantes de eternidad.
Nuestra
esperanza está puesta en la Resurrección. Una Resurrección que Jesús, el Señor,
nos ha prometido y por la que el mismo ha pasado. La Pascua, nuestra razón y
fundamento de fe, es precisamente el paso de la muerte a la Vida. Esa es
nuestra fe.
La
vida tiene sentido y, por supuesto, nuestros últimos años - la vejez - mucho
más. ¿Por qué? Pues, simplemente, porque estamos más cerca de nuestra cita con
nuestro Padre Dios. Dios de Amor y Misericordia, que nos dará una Vida nueva y
gozar de su Gloria.
Una vida, como nos dice el Papa Francisco, que debe ser como una semilla, enterrada en la tierra da frutos. Enterrar nuestra vida en el Amor - injertado en el Señor - como nos ha enseñado nuestro Señor con su Vida y Palabra, es la manera y la forma de dar frutos. Frutos de amor y misericordia.
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