Experimentas
que no te cae bien aquel que se ensalza y que, por el contrario, te merece
mejor acogida aquel que se humilla. Está dentro de nosotros esa inclinación a
humillarnos más que ensalzarnos. Nos gusta más, de modo que quien se exalta nos
cae mal.
Todo
lo que soy y descubro que tengo es regalo tuyo, Señor. Y, no quiero que se
queden en mí para mi solo provecho. Quiero, al menos eso me gustaría,
compartirlo con los más necesitados. Pero, solo me será imposible. Necesito tu
Gracia, Señor.
Sabemos que cuando buscamos la vanagloria, aun teniendo razones, experimentamos una extraña sensación de que eso no está bien. Mejor que nos ensalcen otros y mantenernos en la humildad y la prudencia. Porque, todo lo que somos nos ha sido regalado gratuitamente.
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