Tu
corazón ha sido regado con la Palabra de Dios. Una Palabra llena de amor y
misericordia y que espera que tú la esparces también por el mundo que tu propia
vida te brinda. Esa felicidad que buscas está escondida en esa semilla de amor
sembrada en tu corazón.
El
amor que pueda dar esta en relación directa con la aceptación que yo haga del
otro. Amar significa aceptar al otro desde su propio ser. Es decir, aceptarlo
como es y, desde ahí, esforzarnos en crecer en perfección y misericordia. Amén.
Tus frutos dictarán sentencia. No hay necesidad de juicio. Tú mismo te lo haces presentando la trayectoria y el camino de tu propia vida. Tu felicidad, claro está, te la darán tus frutos de amor que, desde lo más profundo de tu corazón, serás capaz de dar gratuitamente y sin condiciones. Amén.
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