Nuestra
propia vida nos enseña a ser sobrios, a privarnos y abstenernos de muchas cosas
en momentos de penitencia y dolor. Y, por el contrario, también nos descubre
momentos de alegría y de fiesta. Sin embargo, junto al Señor - el Novio – todo
se acepta y supera.
Soy
consciente, Señor, de que mi debilidad es manifiesta y, solo, nunca podré hacer
tu Voluntad. Te pido fortaleza y perseverancia para empeñarme cada día en hacer
tu Voluntad auxiliado por tu Gracia. Gracias, Señor.
Nos equivocamos si entendemos la vida como un camino de alegría y felicidad. Porque, la experiencia de nuestro padres y mayores nos descubren que el camino se compone de alegrías, pero, también, tristezas. Solo con Jesús todo cobra sentido y esperanza.
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