Ese es el camino,
Cristo nos lo marca, Él fue delante y nos acompaña hasta nuestra hora final. La
cruz es nuestro signo de liberación y en ella encontramos sentido a nuestra
vida y ocasión para demostrar nuestro amor y misericordia gratuito.
Es en lo más
íntimo de tu corazón donde puedes hacer silencio y esperar a escuchar la Voz
del Señor. Es en lo más profundo de ti donde puedes intimar con el Señor,
porque, Él está en lo más profundo de tu ser esperándote.
Y, a pesar de los
peligros y sufrimientos que amenazan nuestro camino, tengamos fe y esperanza de
que injertados en el Espíritu Santo encontraremos la fuerza para soportar y
llevar nuestra cruz. Porque, para eso ha venido el Espíritu de Dios, para
fortalecernos, para asistirnos, darnos valor y fuerza y, sobre todo, luz y
sabiduría para saber decidir y elegir el camino, a pesar de las dificultades
que presenta. La esperanza final de alcanzar la Casa del Padre compensan todos
nuestros dolores.
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