En muchas
ocasiones no advertimos nuestros celos. Incluso, llegamos a pensar que no somos
celosos, pero no soportamos el talento de otros, ni sus capacidades para servir
o mostrarse humildes y abiertos a la Palabra de Dios.
Señor, limpia mi
pobre corazón de toda inmundicia y malos pensamientos. Corrige sus malas
inclinaciones y haz que su palpitar sea al ritmo de tu Palabra y en sintonía
con tu Corazón.
Sin embargo, nos
dejamos llevar por nuestra arrogancia e inclinación a creernos mejores que los
otros. Eso sí, lo nuestro siempre lo valoramos desde la suficiencia y
arrogancia mostrándonos indiferentes y con una actitud despreciativa ante el
talento de otros. Y, sin advertirlo, prendemos los celos que nos llevan al
enfrentamiento y confrontación.
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