No es cuestión de
quedarte, sino de levantarte. Evidentemente, cuesta, hasta tal punto que quizás
tú solo no podrás hacerlo, pero sí con ayuda. Y para eso ha venido Jesús, para
ayudarte a levantarte. Claro, si tú lo aceptas y lo quieres.
Madre, contigo el
camino se hace más llevadero, más asequible y más fácil de sortearlo. Tú me
enseñas a sostenerme firme, a tener capacidad de sufrimiento y a saber esperar.
Pero, sobre todo, a confiar en tu Hijo y a serle fiel.
Jesús no te
obliga, simplemente te propone que lo que buscas – felicidad y gozo eterno – Él
te lo puede dar. Sabe realmente lo que tú deseas y, por eso, te invita a
levantarte y buscarlo. Con Él puedes encontrar eso que deseas, pero tienes una
tarea, quizás ingente y dura, que realizar. Necesitas creer en su Palabra y
dejarte guiar por sus consejos. Su Amor y Misericordia son infinitas.
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