Nuestra participación es imprescindible y
colaborativa. Es el Espíritu Santo quien hará la obra en nosotros, pero siempre
con nuestro consentimiento y apertura a su acción. De modo que todo es Gracia y
Misericordia a la que debemos estar abiertos.
Señor, Tú lo sabes todo, y sabes que yo
quiero hacer tu Voluntad. Pero, también sabes mis debilidades, mi voluntad de
barro, egoísta e inclinada a hacer la mía. Convierte mi corazón, Señor, y haz
que, aunque poco a poco, vaya doblegando mi vida para vivir en la Tuya. Amén.
Y eso dependerá de nosotros. Dios, nuestro
Padre, así lo ha querido. Ha dejado en nuestras manos las llaves de abrirnos a
su Palabra y permitir que el Espíritu Santo, enviado por Él, entre en nosotros
y nos enseñe todo lo que nos falta por saber, el Camino, la Verdad y la Vida.
En cierto modo, Dios ha querido que seamos nosotros quienes decidamos. Luego,
el Espíritu se encargará de guiarnos.
La inteligencia y la libertad son las armas
para orientar esa pulsión inicial y esa reacción del cuerpo hacia lo que
realmente tu corazón quiere.
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