Dentro de nosotros esta
sellada a fuego la impronta de Dios. Y su Espíritu nos aviva, nos recuerda y no
enseña el camino que debemos tomar para llegar a su reino. Él nos impulsa a
amar a todos los hombres, pero de manera prioritaria a los más pobres y
necesitados.
Señor, abre nuestros
corazones a tu Espíritu para que, por su acción, seamos capaces de vivir en tu Palabra y actuar
según tu Voluntad, transmitiendo así la Buena Noticia de tu venida para
librarnos de la esclavitud del pecado.
Somos templo del Espíritu Santo, y eso nos lleva a la inhabitación para que el Señor, nuestro Dios, viva en el centro de nuestro corazón. De esa única manera podemos dar vida a ese Amor Misericordioso que la impronta de Dios ha imprimido en nosotros, y transparentarlo en nuestros actos hasta el extremo de hacerlo visible a los demás.
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