sábado, 14 de junio de 2025

PENSAMIENTOS EN EL SILENCIO DE LA NOCHE

Poner a Dios por testigo es admitir que tu palabra es dada a la sospecha de la duda. Y Dios no está para avalar a nadie, pues cada cual ha recibido la capacidad de saber lo que está bien o no. Y es libre y responsable de sus propios actos.

Señor, lo reconozco, me cuesta amar. Sobre todo cuando lo que quiero y digo no coincide con lo que quiere y dice el otro. Y me cuesta doblegarme, aceptar sus propuestas y decisiones. Y, sobre todo, compartirlas y aceptarlas. Dame, Padre mío, la capacidad de amar y ser misericordioso. Amén.

De modo que tu palabra debe ser lo suficiente digna para ser aceptada en bien de la verdad. Basta con decir, sí, o, no, sin necesidad de poner a nadie por testigo. Todo lo que no sea eso trae ya sospechas, mentiras y eso viene del Maligno. La verdad siempre saldrá a flote y demostrará que tu palabra hablaba en verdad.

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