Nadie puede demostrar que Jesús, el Hijo de
Dios, no ha Muerto ni ha Resucitado. Pueden, incluso, negar su existencia y su
resurrección, pero no podrán nunca aportar pruebas objetivas que lo demuestre.
Sin embargo, yo creo en los que lo han visto, han dado su vida por Él, y lo han
transmitido.
Espíritu Santo, dame un corazón de niño con
el que pueda yo abrirte plenamente mi corazón y dejar que Tú actúes en él para
que yo viva en la Voluntad del Padre. Para que ponga mi inteligencia y
voluntad, regalo de mi Padre Dios, al servicio de los demás.
Y no necesito más prueba. Simplemente, trato de amar al Señor, como me interpela hoy en Pedro, con todo mi corazón y mi alma, y vivir de acuerdo con su Palabra. Y digo esto, porque en la experiencia del amor descubre que tu alma se llena de gozo y felicidad. Y un gozo que siempre permanece, porque el amor que se da siempre se queda.
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