Él es el Camino, la Verdad y la Vida, y junto
a Él no nos perderemos, sino todo lo contrario. Encontraremos el camino,
viviremos en la verdad y daremos sentido a nuestra vida con y en esa actitud
confiada y entregada.
Te glorifico, mi Señor, por tu Infinito Amor
Misericordioso, y por sostenerme en pie cada día de mi existencia. Gracias por
tener la fortaleza para levantarme cada vez que caigo en el pecado; gracias por
la fe que mantiene y alimenta mi esperanza. ¡Alabado y glorificado seas, mi
Señor!
La Luz, que ha venido a nosotros en la hora de nuestro bautismo, se abrirá paso en nuestras vidas, habitando en ella y transparentándola e indicándonos el camino, la verdad y la vida. Es el Señor, que encarnado en naturaleza humana nos acompaña ahora Resucitado en nuestro camino hacia la Casa del Padre.