Como Simeón, podemos también nosotros tomar al niño en nuestros brazos,
para que ocupe el centro de toda nuestra vida, para que Él sea nuestro consuelo
y nuestro desvelo.
Gracias, Señor, por alumbrarnos el camino con la Sagrada Familia que Tú,
encarnado en naturaleza humana, formas con los elegidos, para ser tus padres,
José y María. Y que junto a ellos, formas esa Santa Familia que nos sirve de
guía y de referencia.
Mientras quedan a un lado los reclamos que nos retraen de la paz del Reino. Y que nos impiden entregarnos a trabajar por aportar todos nuestros talentos recibidos al bien de los demás.