Recuerdo que una persona amiga me decía, siempre que llegaba
alguien desconocido para él, ¿quién es este? Y, dependiendo de su carta de
presentación eran aceptadas mejor o peor sus palabras. Todos tenemos, más o
menos, experiencia de este tipo.
El Evangelio de hoy nos retrata esa estampa típica en
nuestra vida. Jesús pasa por ese filtro de los de su pueblo y ambiente. Es
cacheado y examinado, y su origen y Curriculum no alcanza el aprobado. Es, al
parecer, un simple carpintero, hijo de carpintero. E hija de María, la que vive
entre nosotros. Pobre, sencilla y humilde.
¿Quién es, pues, éste?
¿De dónde le viene esa sabiduría? Es fácil comprender ese adagio y profecía que
el mismo Jesús dice: «Un profeta sólo en su patria y en su
casa carece de prestigio». De alguna manera todos lo hemos experimentado en nuestras
propias carnes. Nuestras palabras son siempre mejor acogidas fuera de nuestro
pueblo.