El hombre ha pensando siempre
en los misterios del mundo. Su imaginación ha trascendido tras el horizonte del
espacio. Es verdad que todo termina al límite de donde le alcanza su vista,
pero su inteligencia y razón la han traspasado. Ocurre que necesitan fiarse de
alguien porque de ahí no pueden pasar.
Y la razón de la necesidad de
confiar, nace de los mismos interrogantes que anidan y viven dentro de su
corazón. El hombre busca respuestas, y enterrarlas o dormirse ante la necesidad
de responder equivale a mirar para otro lado y perder el sentido de su vida.
Dios te llama y, ante la ausencia de tu respuesta,
espera y sostiene sus Brazos abiertos. Está en constante espera, pero esa
llamada necesita respuesta. De no ser así, el tiempo puede acabarse y el tren
no pasar más. María y su prima Isabel son dos testimonios y ejemplos de
respuestas decididas y comprometidas ante la elección y llamada del Señor.