Es de sentido común que quien te ha dado todo te pida también todo. La vida, la capacidad de amar y todo lo que puedas creer que te pertenece te ha sido regalado aunque te cueste entenderlo. Sería absurdo no devolverlo todo con amor y por amor a quien es su Señor.

Y te lo pide libremente y sin exigencias. Simplemente te lo propone. Y lo hace porque sabe que es lo que deseas y te hará feliz eternamente. Posiblemente, el mundo impida que lo veas, pero, adherido al Espíritu Santo – recibido en tu bautismo – podrás darte cuenta y saborearlo.

Por tanto, no hay otra alternativa, seguir a Jesús es ponerlo en primera opción y  ordenar tu vida organizándola según su Palabra y Voluntad. Y en primera página está el amor. Simplemente, con amar a su estilo y desde su Espíritu lograrás ir transformando tu corazón tal y como Él te lo pide.

 

Se nos hace difícil comprender y aceptar enseñanzas de alguien sencillo, humilde y que conocemos desde sus orígenes. El camino que Dios ha elegido para revelarnos su Amor Infinito se esconde en lo sencillo, en lo humilde y pobre. Y eso no es lo que esperamos nosotros.

Nuestro Mesías y salvador lo imaginamos poderoso, suficiente, grande y con gran atracción y persuasión. Un Mesías capaz de unir y reunir a todo el pueblo y dotarlo de poder y fuerza hasta el punto de liberarlo del yugo del que lo esclaviza y somete.

Pero nunca un Mesías inadvertido, sencillo, humilde y pobre. Un Mesías vulnerable que no se impone y que solo propone con amor un mundo libre, construido en la verdad y la justicia. Un mundo de fraternidad gratuita simplemente por amor. Indudablemente, ese no es el Mesías que esperábamos. La pregunta, por tanto, es: ¿qué Mesías esperabas y esperas tú?

 

En el fondo de nuestros corazones todos buscamos la felicidad. Nos importa muchos ser felices, pues, de no serlo nuestras vidas serían un suplicio. Ahora, ¿qué o quién nos da la felicidad? Por nuestra naturaleza pensamos que el dinero, el poder, la concupiscencia, la fama…etc. 

Pero, la experiencia a lo largo de nuestra vida nos desengaña y nos demuestra que al final de todo eso nuestros corazones continúan vacíos. Son espacios de felicidad efímeros y sin plenitud. Y experimentamos que seguimos insatisfechos y anhelando esa felicidad que nos llama.

El Evangelio de hoy nos a clara el dilema: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada». Sin lugar a dudas, Jesús nos ha dejado claro el camino.

 

Sin darnos cuenta tenemos tesoros escondidos dentro de nosotros mismos, y, por la Gracia de Dios, una vez descubiertos corremos a ponerlos en servicio por y para los demás. ¿Acaso, no es el amor un tesoro que todos tenemos? ¿Y lo desenterramos para compartirlo con los demás?

Vender todo lo que tenemos significa dejar lo superfluo, la accesorio y superficial relegado a un segundo plano, y darnos en servicio gratuito y por amor en y para el bien de los demás. Descubierto ese gozo escondido de darse por amor nos damos cuenta de ese gran Tesoro que teníamos escondido.

Por tanto, conviene mirarnos y ver si en el campo de nuestro ser hay algún tesoro escondido y, descubierto, por pequeño que sea, ofrecerlo en servicio a los demás por amor. Indudablemente, tenemos un gran Tesoro, el Amor de nuestro Dios que vive y mora en nosotros y que, dejándolo todo, lo ponemos en el centro de nuestra vida.

 

Tú, Señor, eres un Padre bueno. Nos has regalado la vida y nos ofrece la oportunidad de vivirla eternamente en plenitud de gozo y felicidad. Sin embargo, para conseguirlo has querido que te demostremos nuestro amor. Para ello, nos has dado la libertad de poder elegir.

Pero, al mismo tiempo, esa libertad nos va a exigir responsabilidad y fe. Fe en fiarnos y confiar en tu Palabra tomando los riesgos que nos plantearan nuestras propias dudas. Dudas que surgen de dentro de nuestros corazones y que son sembradas por el Maligno, sembrador de la cizaña.

Pese a todo ello, confiamos, Señor, Padre Bueno, en tu Palabra y en tu Gracia. No entendemos muchas cosas, pero como niños apoyados en la Palabra de sus padres, nosotros, Señor, nos apoyamos en Ti y esperando confiado en tu Palabra esperamos tu venida para que nos lleve a tu Gloria.

 

Jesús nos lo dice hoy en el Evangelio: En aquel tiempo, Jesús propuso todavía otra parábola a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más…

Sin darte cuenta tu corazón van entendiendo que la felicidad no se encuentra en las cosas que este mundo te ofrece. Es verdad que a simple vista te parece que sí y que te producen un placer rápido, instantáneo, pero efímero y caduco. Y luego vuelve a experimentar la misma sensación, el vacío.

Y cuando experimentas el verdadero amor, ese amor que se da gratuitamente sin ningún interés sino el bien del otro, te das cuenta que es ahí donde se esconde la felicidad, la verdadera felicidad. Esa felicidad que se mantiene, que se resiste a marcharse y que perdura plenamente.