Es evidente que
Dios me llama también a mí. Y, también es evidente que mi misión será distinta
a la de los apóstoles. Cada cual tendrá, en proporción a los talentos
recibidos, una tarea que hacer. Descubrirla y realizarla es nuestra tarea. Para
eso ha venido el Espíritu Santo.
Adviento significa
espera. Pero, hay muchas formas de esperar. Porque, dependiendo de lo que
esperas así será tu forma de esperar. Preguntarte, ¿qué esperas? es la mejor
forma de descubrir qué espera o a quién espera. Y, sobre todo, qué esperas de
ese a quien esperas.
Supongo que
desearás la Vida Eterna en plenitud. Y es eso realmente lo que el que viene, el
Niño Dios, viene a ofrecerte.
No es cuestión de
compararse ni de aspirar a grandes cosas. Quizás tu misión será cuidar o servir
a quien tienes más cerca; quizás será dar catequesis; quizás será ser luz en tu
familia o lo que el Espíritu Santo te sople. Pero, para ello déjate llevar por
Él.
La conciencia nos
aprueba o remuerde lo que hacemos o vamos a hacer. Discernir es buscar desde su
origen la bondad, el medio y el fin, como nos dice el Papa según san Ignacio de
Loyola, del acto que vamos a hacer.
Es fundamental y
muy necesario discernir los pasos que damos en la vida. Sabemos que dar un paso
en falso traerá consecuencias nefastas y catastróficas para el desarrollo de
nuestra vida. Por tanto, tratemos de pararnos, pensar y discernir donde está el
bien, la forma y el fin de nuestros actos de cada día.
No vale todo aunque en principio sea bueno si por el camino - medio - perjudicamos a otros. Es evidente que beneficiar a unos para perjudicar a otro no es un buen discernimiento. La experiencia y la sabiduría de entender que lo bueno prevalece y debe ser bien para todos nos ayudará a discernir según la Voluntad de nuestro Padre Dios.