Nuestra razón
levanta un muro ante la fe. Cierra nuestro corazón a creer lo que no entiende
ni ve y se queda solo con lo que alcanza a ver y comprender. ¿Acaso Jesús no es
real y con su Resurrección está presente hoy entre nosotros? Razones tienes
para fiarte de la Palabra del Señor.
En muchos
momentos, Señor, seducido por el pecado trato de justificarme y alejarme de Ti.
Quizás no te rechace, pero si quiero cerrar mis oídos a tu Palabra y escaparme
de tu amor misericordioso. ¡Rescátame, Señor, y líbrame de caer en la
tentación!
Será una gran
contradicción y utopía querer y depender de tus propias fuerzas. Frente al mal
que representa el Maligno no tenemos nada que hacer. Es más fuerte que nosotros
y nos engañará y vencerá con suma facilidad.
Esa es la razón
por la que el Señor nos ha enviado al Espíritu Santo, que nos dará paz,
sabiduría y fortaleza para poder contrarrestar las seducciones del diablo.
Pero, también
tenemos que poner de nuestra parte, abrir nuestro corazón y luchar con todas
nuestras fuerzas y talentos que nuestro Padre Dios nos ha concedido y regalado.
Nos ha creado libres para que seamos también libres al elegir el camino a
tomar.
Oremos para que los enfermos terminales y sus familias reciban siempre los cuidados y el acompañamiento necesarios, tanto desde el punto de vista médico como desde el humano.
Es evidente que la
ira nos descontrola y nos lleva al odio y deseo de venganza hasta transfigurar
nuestro rostro ante la presencia o pensamientos del otro. Conviene como nos
dice el Papa Francisco poner paz y perdón lo antes posible para no dejar que
esa semilla de mala ira nos destruye y
endurezca nuestro corazón.
Hoy, el Papa Francisco nos habla de la ira. unos de los siete pecados capitales, que como la avaricia y gula desestabilizan nuestra paz, endurecen nuestro corazón y transforma nuestro semblante, tal y como nos dice el Papa Francisco, poniéndolo en un estado de agitación y haciéndose visible a la mirada de los demás. La experiencia, quizás de haberla sufrido, nos enseña el peligro que suscita el padecerla y la necesidad de cortarla de raíz con y por la Gracia de Dios.