Posiblemente
buscas descanso en las ofertas que te ofrece el mundo: un viaje, un cambio de
aires y un dejar lo rutinario para hacer otras cosas. Y quizás sea necesario,
pero nunca será un descanso ni físico ni espiritual. Posiblemente vengas más
agobiado.
Gracias, Señor,
por tanto amor inmerecido. No soy digno, como digo en cada Eucaristía, de que
entres en mi casa, de que me des todo lo que soy y tengo y de que me ofrezca la
salvación eterna. No merezco nada y Tú, Señor, sigues ahí con los brazos
abiertos.
El cuerpo se
repone cuando tiene el descanso adecuado sin agobios ni tensiones. Sn embargo,
siempre hay problemas que no te dejan descansar como lo deseas. La vida en sí
es un camino de problemas. Solo en Jesús, el Hijo de Dios, puedes encontrar el
descanso aliviador y liberador.
Nunca encontrarás
en este mundo ese descanso y alivio que buscas en las ofertas que te ofrece. El
único y verdadero descanso está en el Señor, nos lo dice el mismo: Vengan a mi
todos ustedes que... Mt 11,28.
Es un derecho que
nace del amor que nos exige compartir y darnos, sobre todo, a los más
necesitados y pobres. Pobres en emprender y generar trabajo como en
desarrollarlo. Cada cual debe esmerarse y empeñarse en dar lo mejor de sí. Así
nace el derecho a trabajar.
Pero, un derecho
que nace de la participación de todos. De modo que quien no partícipe no tendrá
derecho a vivir del trabajo y sudor de los demás. Tú tienes derecho, por amor,
a que te den trabajo, pero también a, si tu puedes, crearlo también. Por tanto,
es un derecho que nace de la implicación y del amor de todos.
Lo sabemos por
experiencia, cuando hacemos algo bueno experimentamos alegría y gozo. Una señal
de que hemos actuado bien. Todo lo contrario cuando sentimos que hemos actuado
mal e irresponsablemente. Discernir en la buena intención de buscar la verdad,
la justicia y el bien nos descubre la presencia de Dios.
Cuando
experimentas paz y hasta gozo entiendes que has hecho bien. Porque, el mal
genera remordimiento y malestar. Un signo de tu buen discernimiento, tal y como
nos dice el Papa Francisco, es esa paz y tranquilidad que experimentas que te
descubre que has hecho bien esa elección u obra emprendida. Es un signo de la
presencia de Dios.