No es cuestión de
dar, sino de dar gratuitamente. Luego, si das a quien tiene, posiblemente te
devolverá ese favor. Y al recibir eso se convierte en trueque o recompensa. Ya
no es caridad, porque la condición sine qua non de la caridad es la gratuidad.
Has puesto, Señor,
la impronta de tu Amor dentro de mi corazón. Y has dejado a mi libre albedrío
el discernir tu búsqueda, seguirte o rechazarte. Yo, Señor, a pesar de mis
pecados y de mi naturaleza herida, quiero, como Zaqueo, buscarte y conocerte.
Cuando quieres hacer verdadera caridad, da a quien no te pueda pagar. Porque, todos los beneficiados por tu generosidad querrán pagarte, pero aquellos que no pueden no lo harán. Luego, tu caridad será verdaderamente gratuita y sin ningún interés. El Evangelio de hoy lunes lo pone muy claro.
Halloween es un
disparate. ¿Es que no nos damos cuenta? Se lleva a los niños a celebrar qué,
¿la muerte? Y son los padres los que los animan, a festejarla. ¿Y luego no se
les lleva al cementerio o al tanatorio para no traumatizarlos? Se entiende
esto.
La justificación es que para los padres les vale una noche más de fiesta carnavalera y enseñan a los niños a lo mismo. ¿Acaso no saben que hemos sido creados para vivir eternamente? Esa es nuestra meta y nuestra mejor elección. La muerte no existe, luego, ¿qué celebran?