Se quedó solo. Su
Madre y algunas mujeres, acompañadas de Juan, permanecieron al pie de la cruz.
Ese es el camino que nos propone. Cada cual en la medida de la fortaleza que ha
recibido, pero en plenitud de todas sus fuerzas. Es la única medida que mide su
amor.
Desde niño, al
menos los de mi generación, hemos rezado con nuestros abuelos, padres e hijos
esta conocida oración: cuatro angelitos tiene mi cama, cuatro angelitos que me
acompañan... La existencia de los ángeles está presente y permanece en nuestros
corazones.
No es cuestión de estar hiperactivado ni de proponerse hacer obras y obras. No es ese el camino. Se trata de doblegar nuestro corazón al amor gratuito y pleno por hacer el bien a todos, pero de manera especial a los más necesitados y pobres. Es amar hasta el punto de estar dispuesto a perder tu vida por defender la verdad para el bien de los sometidos y esclavizados por el pecado. Es abrazar la Cruz como la abrazó Jesús. ¡Claro, solos no, contando con la Fortaleza y la Gracia del Señor! Él nos asiste con su Espíritu.