No es cuestión de
un día para otro, es cuestión de tiempo. La levadura necesita mezclarse en la
masa y amasarse bien para fermentarla. La semilla hundirse en la tierra, echar
raíces y, con el tiempo, crecer y dar frutos. Todo aderezado en la fe y la
confianza en Dios, nuestro Padre.
Nuestra propia
experiencia nos descubre que el camino no es cosa fácil. Y aunque así se
presente para muchos tampoco lo es. Las comodidades y placeres de este mundo se
encargarán de ponerlo, incluso, más difícil. Solo con y en Jesús podemos
resistir el peso de nuestra propia cruz.
La fe no nace de repente, ni de un día para otro. Necesita tiempo para irse probando y confirmando. Necesita maduración y confianza y eso, tal como la levadura y la semilla, necesitan, la una amasarse y fundirse bien con la masa, y la otra, buena tierra, tiempo y agua – oración – para crecer y dar frutos. Y claro, todo bien abonado y cuidado por la Gracia de Dios en la oración y frecuencia de los Sacramentos: Eucaristía y Reconciliación.