María vive en silencio la Buena Noticia de la visita del Hijo de Dios, el Mesía prometido y encarnado en su vientre. José, su marido, no lo entiende y menos los de su entorno familiar. Cuánto más nosotros que exigimos ver lo que no podemos entender.

María sigue adelante, fiel y obediente a la Palabra y Voluntad de Dios. Se fía de su Dios y, aún sin entender, camina en su Voluntad confiada en que lo que el Señor le ha dicho se cumplirá. Su prima Isabel se lo confirma al recibir su visita. María, la Madre de su Señor. 

Ahora, ¿qué decimos nosotros respecto a esto? Posiblemente, lo creamos, pero, ¿cómo podemos afirmar que lo creemos  si esa fe no modifica nuestro camino? ¿Acaso la fe, nuestra propia fe, no mueve montañas? ¿Qué clase, entonces, de fe es? Pensemos que el Señor nace también cada día, cada Eucaristía en nuestros corazones.

 

Se nos escapa la realidad y la profundidad de las Palabras del Señor. Nos lo ha dicho claramente: Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. Santa Teresa lo entendió claramente cuando expresó que solo Dios basta. En Él nada nos falta.

Es verdad que la vida se nos muestra dura en muchos momentos, pero, también es verdad que esa dureza, en lugar de alejarnos, nos acerca más al Señor sin sabemos entender pacientemente que Él entregó su Vida también por nosotros y que, al final, triunfó resucitando.

Esa es lo que en realidad nos espera. No deben desesperarnos los momentos dolorosos sino, agarrados a Él, soportarlos y superarlos, pensando que en ellos se esconde nuestra verdadera felicidad eterna. Es Palabra de Dios.

 

Hay momentos en nuestra vida que nos desconcertamos y llegamos a confundirnos. Todo se oscurece y nos parece que quedamos a merced del mundo, del demonio y la carne. Experimentamos debilidades y solo tu Palabra arroja luz a nuestra vida y nos alumbra el verdadero camino.

Nadie tiene esa autoridad que Tú nos das con tu Palabra y con tu Vida. Porque, con tu testimonio de Vida nos transmite esa autoridad que solo Tú puedes dar. Todo tu acciones van llenas de verdad y justicia. Y todo lo que nos dices y enseñas tienen cumplimiento en la vida.

Porque, Tú, Señor, eres el Camino; eres la Verdad y eres la Vida. Sin Ti todo se pierde y contamina y se vuelve soso y hay que tirarlo, porque, el mundo, sometido al pecado, se corrompe, se prostituye y se pierde en la mentira, las ambiciones, las lujurias y el pecado

 

Es posible que nuestra vida de oración deja mucho que desear, y, en la misma medida, nuestros frutos son escasos y de mala calidad. Nuestra raíz nos está fortalecida y bien regada. Nuestra oración es superficial, sin convicción, y más rutinaria y de cumplimiento que de encuentro.

Posiblemente, nuestra raíz no ha hundido sus tentáculos lo suficientemente profundos para agarrarse a la tierra y sacar de ella esa vida que necesita para sostenerse, alimentarse y dar buenos frutos. Posiblemente, no haya encontrado tierra buena donde agarrarse.

Y es que las raíces de nuestro corazón necesitan el regadío de la oración y el alimento Eucarístico que las sostengan fuertes y puedan agarrarse a la Gracia de Dios para superar todas las tempestades y obstáculos que sufren durante su recorrido por este mundo tentador.

 

Tú, Señor, eres la Referencia, el Modelo y el Guía que nos señala el camino de subida a esa Jerusalén celeste donde también nosotros sufriremos nuestra particular pasión. Porque, ese es nuestro destino, darnos como Tú te has dado a cada uno de nosotros. Por eso, necesitamos de Ti.

Y necesitamos alimentarnos de ese Pan y ese Vino en el que Tú, Señor, te has transfigurado para también transfigurarnos, por tu Gracia, nosotros también. Tú, Señor, eres el único Sacerdote Eterno que das Vida Eterna. Esa Vida Eterna que todos buscamos sin saber bien dónde.

¡Señor, alumbra y enciende nuestro corazón para que sepamos encontrar el único y verdadero camino que nos lleva a Ti! Porque, ese es el único camino de salvación que satisface, aunque lo ignoremos, nuestro gozo y nuestra dicha. La Vida Eterna que tanto buscamos en este mundo donde no se encuentra.

 

La vida se nos complica cuando nos encontramos con Jesús. Seguirle exige enfrentarse con contratiempos y dificultades. ¿Y a quién le gusta ese camino y reto? Sin embargo, también sabemos por experiencia que las cosas de este mundo no terminan de hacernos felices.

Luego, ¿a dónde y a quién recurrir? ¿Dónde buscar esa felicidad que tanto anhelamos? La pregunta está en el tejado y, diría, mejor en nuestro corazón. Porque, ¿quién no ha experimentado esa felicidad que busca cuando ha amado de verdad? Algo nuevo sucede dentro de ti.

Porque, cuando amas sin condiciones, y simplemente por amor, tu corazón se enciende y experimenta felicidad. Una felicidad que no se agota y que siempre perdura y está viva dentro de ti. Entonces, comprendes que en el amor gratuito, generoso y entregado se esconde esa felicidad que buscas