jueves, 2 de septiembre de 2021

 

Cuando Pedro presenció aquel milagro de la pesca, después de estar él toda la noche pescando sin coger nada, su reacción fue radical. Se confesó pecador. Pero, después de, incluso, presenciar muchos más milagros, a la hora de verse comprometido sintió miedo y le negó.

Posiblemente, a muchos de nosotros nos sucedería lo mismo. A la hora de las tentaciones nos echaríamos atrás. Nuestras débiles raíces de fe quedarían secas y marchitas y no daríamos frutos. En la parábola del rico epulón nos lo dice Abraham claramente, si no creen a Moisés y los Profetas, tampoco a un muerto resucitado.

La experiencia de Pedro, su arrepentimiento y la Misericordia de Dios nos deben de servir como esperanza para siempre, a pesar de nuestras caídas y pecados, levantarnos con la confianza de que el Señor, si nuestro arrepentimiento es sincero, nos dará la fortaleza para avanzar en nuestro camino de santidad.

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