Estar dispuesto a aprender de cualquiera, mejor si es pequeño,  es la mejor opción que podemos tener. Porque, siempre podemos aprender algo que nos pueda beneficiar y mejorar. ¡Claro, por eso necesitamos ser humildes y sencillos!

Nadie que se gloríe de su vida y de su saber tendrá la suficiente humildad para recibir de los demás y, menos de Dios, pues su arrogancia cierra las puertas al Espíritu Santo. Por tanto, vivirá esclavo de su necia sabiduría que, imperfecta y sujeta a errores, le impedirá ver la verdad.

De ahí que, sólo los humildes y sencillos serán capaces de acoger la verdad que Jesús, el Hijo de Dios, les ha venido a anunciar y enseñar. Una Verdad que nos hace hijos de Dios y coherederos con Jesús de su Gloria y Vida Eterna.