La
cuestión no es simplemente oír, sino escuchar atentamente y abierto a su
Palabra. Esa Palabra de Jesús que nos llena de paz, de esperanza y de gozo,
porque, en ella encontramos respuesta a todos nuestros interrogantes y a la
esperanza de Vida Eterna que deseamos.
Quítame, Señor, todo deseo impuro y de codicia
que enciende la envidia en mi corazón y destruye mi vida y la de los demás.
Dame un corazón generoso y agradecido con lo que he recibido. Amén.
La Palabra es escuchada cuando dejándola hundir en nuestro corazón, igual que la semilla en la tierra, da vida a nuestro amor y esperanza a nuestra vida para que, esos frutos de amor misericordioso sean verdaderos frutos de amor nacidos desde la Voluntad de Dios.
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