Cuando entiendes
que la vida de este mundo es un camino que tiene principio y fin, y que su fin
es la Gloria junto a tu Padre Dios, todo tu camino, a pesar de las dificultades
y adversidades que la vida te presenta, está lleno de alegría y, sobre todo, de
una esperanza gozosa y eterna.
Sí, tengo
esperanza en que puedo crecer, madurar y mejorar. Si, incluso, creo que si
puedo alcanzar la perfección, es por la presencia en mí, desde la hora de mi
bautizo, del Espíritu Santo. En, con y por Él puedo vivir en la Voluntad de
Dios y, en consecuencia, ser feliz eternamente.
Desde esta
perspectiva y esperanza, la muerte representa el momento más importante de
nuestra vida. Un momento que marca el encuentro con Aquel al que has intentado
de seguir e imitar. Un encuentro con el Señor que ha llenado tu vida de gozo y
esperanza y que te ofrece esa felicidad que siempre has perseguido y querido
eternamente. La muerte es el momento más glorioso de nuestra vida.
No es cuestión de
saberte pecador y caer -meter la pata - en muchos momentos de tu vida y a cada
instante. Lo único y verdaderamente importante es reconocerlo, tratar de
levantarte y confiar que por la Gracia de tu Padre Dios, y por la Pasión y
Muerte del Hijo, nuestro Señor, tienes la posibilidad de, algún día, quedar
limpio y vivir eternamente en gozo y plenitud junto al Padre, Hijo y Espíritu
Santo.
Nunca te pares. Piensa que caminas a la eternidad, porque has sido creado para vivir eternamente. Y una vida sin problemas, llena de gozo, paz y alegría. Solo Dios, que te espera, conocerá esa hora y te abrirá los brazos de su Misericordia Infinita. Confía en Él.
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