Metámonos en la
cabeza que nuestro fin es la vida eterna. Pero, una vida eterna plena de gozo y
felicidad junto a nuestro Padre y Señor, Hijo y Redentor y Espíritu Santo, Señor
y dador de vida. Amén.
Cada día, Señor,
es una bendición que recibo de tu Infinito Amor Misericordioso. Cada día vivo
fortalecido en la esperanza de amar y ser amado y de, por tu Amor
Misericordioso, alcanzar la vida eterna en plenitud de gozo y felicidad. Amén.
Cuando bajamos
nuestra mirada a las cosas de este mundo, perdemos lo que realmente está por
encima de nosotros. Nada hay aquí abajo que nos pueda dar esa alegría de
sentirnos hijos de Dios, hermanos de todos los hombres y llamados a vivir
eternamente plenos de alegría y gozo.
Solo Dios, nuestro
Padre nos puede llenar de ese deseo de felicidad que encorvados por las cosas
de este mundo no somos capaces de ver. Miremos hacia arriba y abramos nuestro
corazón al verdadero Camino, Verdad y Vida.
Dios, nuestro
Padre, son Palabras del Hijo, - Jn 14, 1-6 nos está esperando en esa morada que
ha preparado para ti personalmente. La cita es la hora de tu muerte. Por lo
tanto, será el momento más glorioso e importante de tu vida.
Es el encuentro
con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Los veremos cara a cara y todo será
nuevo, alegre, pleno de felicidad inimaginable y gozo eterno.
Desde esta fe
esperanzada, ¿no te parece una maravilla vivir con esperanza - valga la
redundancia - la hora de nuestra partida a la Casa del Padre?
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