Es condición sine
qua non liberarte de ti mismo, porque son tus propias pasiones, tanto
materiales como carnales, las que te impiden ser tú mismo y amar como es tu destino.
Has sido creado por Amor y para amar, y esa es tu vocación esencial.
Quiero amarte
Señor, y ser como Tú, pero me es imposible si no estoy contigo y en Ti. La
prueba la tengo todos los días con mi prójimo. Necesito amarlo como a mí mismo,
y experimento que sin Ti, Señor, me es imposible. Dame, Señor, la Gracia de
poder amarlo como a mí mismo.
Y te será
imposible desprenderte de todo lo que te aprisiona por tus propias fuerzas. Las
riquezas y todo tu humanidad, herida por el pecado, es un lastre imposible de
superar. Sólo, unido al Señor y por la acción del Espíritu Santo, venido a ti
en la hora de tu bautismo, podrás salir de la cárcel de tu cuerpo y liberarte
para amar y ser amado.
Algo que nos debe,
al menos yo lo experimento en mí mismo, cuestionar cada día es preguntarnos si
realmente estamos atado a nuestra propia seguridad y bienestar de nuestros
propios bienes. ¿Dónde realmente ponemos nuestra seguridad, en nuestras propias
fuerzas y bienes, o en nuestro Padre Dios?
Cuando nos aferramos a ellas, perdemos generosidad y, porque entendemos que Dios no nos hace falta, prescindimos de Él. Lo contrario sucede cuando participamos del Reino, nos abrimos a la libertad y al desprendimiento y nos sentimos capaces de dar todo lo que somos y tenemos.
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