La vida ofrece muchos banquetes y muchas fiestas, pero todas
tienen un denominador común, la caducidad. Y lo que se termina no deja buen
sabor de boca, pues se hace el vacío y llega la angustia de volver a empezar. Y
lo que se repite cansa, consume y atormenta.
El hombre busca la eternidad en plenitud, porque encontrándose
a gusto aspira a que esos momentos se eternicen. No quiere que lo bueno se
acabe. Porque lo bueno no cansa. Y si no lo logra, desespera y angustia. La
eternidad, diría, es detener el tiempo en estado puro de gozo y plenitud.
Y esa es la
aspiración máxima que anhela todo hombre. Es alcanzar la plenitud eterna. Y si
esto vive y habita en el interior de tu corazón, será lo que sale al exterior y
de lo que habla la boca. Indudablemente, Alguien lo ha puesto ahí, porque sólo
no nace. Y es que lo que no se conoce, no se desea ni se tiene como aspiración.
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