La realidad es que vamos por la vida con los ojos muy cerrados. Tan cerrados que no vemos y tropezamos una y otra vez. Erre que erre. Pero, lo peor es que no nos decidimos a cambiar y, sobre todo, a perdonarnos y a perdonar.
Y en esa actitud nos vamos directos al precipicio sin remedio. El cambio sería abrir los ojos para ver el camino y detener nuestros atrevidos juicios actuando, por el contrario, con misericordia. ¿Cómo, entonces, podemos rezar el Padrenuestro?
Tratemos de buscar el Guía que nos da Luz. Luz verdadera y de la que realmente alumbra el camino. Luz que nos abre los ojos y nos señala el único Camino, Verdad y Vida por donde debemos caminar – valga la redundancia – no juzgando – será Dios el único juez – y sí perdonando como somos perdonados.
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