No cabe ninguna duda que es un gran privilegio tener una Madre en el Cielo. Tener una Madre que nos presenta a su Hijo y, también, nos enseña a seguirle, a conocerle, a tratarle y a aceptar su Voluntad. María, nuestra Madre es camino y enseñanza para conocer y seguir a Jesús.
María, que supo también fiarse de José, su santo y casto esposo, y confiarle a su Hijo. María que nos acoge y nos abre sus brazos para, como Madre, llevarnos también a la presencia de su Hijo, para que encontremos en Él esa esperanza de salvación que buscamos.
Y María, nuestra Madre, que también nos enseña a estar disponible y atento a la Voluntad de Dios. Démosle la mano a nuestra Madre y, llenos de confianza y protegidos bajo su manto, caminemos confiados al encuentro de su Hijo, nuestro Señor Jesús. Amén.
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