lunes, 13 de septiembre de 2021

 

La ceguera que padecemos en este mundo es enorme. Y, peor, aquellos que ciegos dejan que los guien otros ciegos. No advierten que, a pesar del éxito, de la fama, del dinero y el poder que puedan conseguir, detrás no hay nada. Solo espera el vacío y la muerte.

Aquel Centurión tenía los ojos muy bien abierto. Sabía quién era Jesús y creía en El. Su forma de pedirle la curación del aquel siervo al que apreciaba fue tremendamente relevante. De tal forma que la Iglesia la ha tomado como confesión en las Eucaristías en el momento de la Epíclesis.

Ahora, nos preguntamos: ¿Y nosotros? ¿Cuál es la medida de nuestra fe? Pidamos abrir nuestros ojos y sostenerlos, durante caminamos por este mundo, bien abiertos y atentos siempre a la Mirada y Palabra del Señor. Él escuchará nuestra llamada y nos salvará. Su Misericordia es Infinita.

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