Nada se puede comparar con el seguimiento a Jesús. Es verdad que, sin conocerlo, no sabemos que nos jugamos, pero, cuando compruebas que conocerlo es la dicha más grande y la plena felicidad que busca, tu vida da un giro de trescientos sesenta grados.
Me alegría es inmensa. Es verdad que el Espíritu Santo no interviene en estas cosas, a menos que haga falta. Se nos ha dado lo necesario – cualidades y capacidades – para, poniéndolas en juego, y con esfuerzo, lograr lo que nos proponemos. Si tuvieras fe, movería montañas.
Nada de este mundo importa ni tiene valor, porque, se quedará aquí. Solo te llevarás las obras en las que hayas gastado todo tu amor. Porque, eso será lo que te pedirán.
No hay otra mejor razón para vivir que ofrecer nuestra vida y obras, por amor, para Gloria de Dios. Él nos ha amado primero y, respondiendo a su Amor, amemos también, con su Gracia, a los demás. Es en ese amor donde se esconde nuestra felicidad.
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