El
éxito no es fruto de un día sino de una permanencia constante. Permanecer y ser
constante coinciden en estar siempre junto al Señor. Él es la vid y nosotros
somos los sarmientos que recibimos la savia y la vida para dar frutos. Sin Él
no lo conseguimos.
Aquí
estoy, Señor para, al menos estar disponible, hacer tu Voluntad. Sabes, me
conoces mejor que yo, que tengo muchos defectos y debilidades. No merezco ese
Infinito Amor que Tú me das ni la misericordia con la que me tratas. Gracias,
Señor.
Quiero permanecer en Ti, Dios mío. Y, soy consciente que para permanecer en Ti, necesito, no simplemente estar a tu lado, sino alimentarme de tu Cuerpo y Sangre espiritualmente para no desfallecer y permanecer siempre a tu lado.
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