Quiero
cumplir con mi misión la de ser sarmiento de la Vid verdadera. La Vid que
fortalece con su savia y da buenos frutos. Quiero, Señor, estar injertado a Ti
para, alimentado por tu Cuerpo y Sangre resistirme a las tempestades de este
mundo. Amén.
Hay
momentos en nuestra vida que todo se derrumba y nos parece que hemos caído en
desgracia. Aparece el sufrimiento, el dolor y todo se oscurece. Es el momento
de la prueba de nuestra fe, de sostenernos en la esperanza y en el Infinito
Amor Misericordioso de nuestro Padre Dios.
No
nos extraña que la vida esté en peligro, pues, ahora, hay más persecuciones y
muertes que en los primeros años del inicio de la Iglesia. Pero, a pesar de
eso, la vida es un derecho y el creyente siempre la defenderá.
Todos tenemos derecho a vivir independiente del derecho que tengan los demás. Nunca un derecho puede abolir a otro. Sería una contradicción.
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