Todo
fruto exige una permanencia y constancia. Nada es fruto de un día. Amar exige
permanecer en el Amor. Dios, nuestro Padre, es Amor y, en la medida que
permanecemos en Él, permanecemos en el Amor. Junto a Él nos alimentaremos de su
Cuerpo y su Sangre, y esa savia nos dará fortaleza y misericordia para amar
como Él nos ama. De esa manera permaneceremos en Él.
Ven
Espíritu Santo y calma mi sed ardiente de prepotencia, de soberbia, de creerme
mejor que el otro. Apaga ese deseo de ponerme por encima de otros y de creerme
superior y que sé más. Dame la Gracia de la humildad y del amor misericordioso.
Amén.
Cuando
tu conciencia te dice que lo que vives y haces es bueno, y eso lo sabes diferenciar
como el buen o mal tiempo, tu alma permanece en paz. Lo experimentas hasta
sentir que vivir en la bondad, la verdad y el amor es la semilla de la paz.
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