No hay titubeos ni
medias tinta. La consigna está clara, muy clara: "El que coma de este pan
vivirá para siempre". Lo demás lo sabemos. Solo nos falta la fe. Remedio: pedirla
y fiarnos de su Palabra. Lo demás vendrá por añadidura. Nos espera en la
Eucaristía.
Me sé débil,
pecador y esclavo del pecado. Pero, también sé, Señor, que Tú presencia y tu
Infinita Misericordia me levantan, me perdonan y me fortalecen para no permanecer
caído ni vencido sino todo lo contrario, levantarme y seguir en tu presencia.
Amén.
Sabemos que es un don de Dios, pero desde nuestra condición de hijos, rescatado de la esclavitud del pecado por los méritos de Jesús, nuestro Señor, Hijo de Dios Padre, podemos pedirla y buscarla. Y un medio es fiarnos de su Palabra, escucharla y tratar de vivirla. Por la Gracia de Dios la fe, don de Dios, nos irá entrando y alumbrando nuestra vida.
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