Aunque quiera
mirar para otro lado, Señor, me doy cuenta de que necesito un corazón nuevo, un
corazón parecido al tuyo que sepa amar con misericordia como Tú me amas a mí. Y
como se que con mis fuerzas no me basta, te lo pido encarecidamente, Señor.
Señor, abre
nuestros corazones al verdadero amor. Ese amor que nos llena plenamente y nos
hace felices. Para eso, Señor, necesito un corazón como el tuyo, un corazón
capaz de amar misericordiosamente. Amén.
La Palabra de Jesús es Palabra de Vida Eterna. Eso se ha constatado a lo largo de su Vida y Obra mientras permaneció en este mundo. Todo lo profetizado sobre Él tuvo pleno cumplimiento hasta la Resurrección. Razones, por tanto, muchas para creer en su Palabra. Y apoyados en ella permanecemos fieles a su seguimiento camino de Vida Eterna.
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