Solo hay una
posibilidad, la acción del Espíritu Santo, que descubre a Isabel que María es
la elegida por el Padre para alumbrar a su Hijo, por la Gracia del Espíritu, en
este mundo y anunciar su Infinito Amor Misericordioso.
Eso es lo que
quiero, Señor, cumplir tu Voluntad. Experimento que el mundo, demonio y carne
me pueden. Mi naturaleza herida por el pecado me somete. Me siento esclavo de
mis propias pasiones y concupiscencia. ¡Libérame, Señor!
Y el mismo Espíritu Santo lo hemos recibido todos los bautizados. Y viene a nosotros para asistirnos y alumbrarnos el camino a seguir. Nos auxilia y apoya para que sepamos discernir no solo lo bueno sino lo que realmente conviene al Plan y Voluntad de nuestro Padre Dios.
Es la pregunta que siempre debe estar en nuestro corazón: anunciar el Reino de Dios. Porque todos los hombres buscan, aunque no lo sepan, el Reino de Dios. Por tanto, si nosotros hemos tenido la suerte de conocerlo, tenemos el compromiso y deber de anunciarlo. Pidamos ese celo apótolico, de acuerdo con nuestras posibilidades y cualidades, del que nos habla hoy el Papa Francisco.
Hoy nos habla el Papa de otra figura del celo apostólico: Mateo Ricci. Y nos describe las actitudes que cuidó y preparó para alcanzar y llevar a cabo su misión. Y esto, sin ánimo de compararnos, pues Dios, nuestro Padre, reparte como quiere dones y cualidades, nos anima a dar también nosotros, de acuerdo con nuestras cualidades recibidas, el máximo de nuestro esfuerzo para dar frutos. Frutos que siempre serán consecuencia de la Gracia de nuestro Padre Dios.
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