No es cuestión de
elegir sino de cargar con la cruz que la vida o tus mismos errores y pecados te
han llevado a ella. Una cruz que se hace presente en tu vida, en tu familia, en
tu trabajo, en tus amigos...etc. Un cruz que hay que saber descubrir y aceptar.
Así quiero ser,
Señor, humilde y disponible pero mis apetencias, egoísmos y pecados me rebelan,
me exigen y me vuelven orgulloso, soberbio y exigente. Dame un corazón suave y
sereno con el que pueda lograr que en mi vida haya abundancia de humildad y disponibilidad.
Una cruz que nunca desaparecerá de tu vida hasta que seas crucificado en ella. Porque, será esa cruz la que te salvará. La cruz por la que te darás en servicio, en misericordia, en entrega y caridad, con paciencia y comprensión. La cruz que te hará humilde, manso y paciente y que al final de tu vida darás gracias por soportarla y poderla cargar. Una cruz de salvación eterna. ¡Bendita cruz!
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