Todos llegamos a este mundo con una mochila llena de
talentos. A ti te corresponde descubrirlos a lo largo de tu vida y ponerlos en
marcha para el bien de los demás, especialmente de quienes más lo necesitan.
A pesar de mis desplantes, de mis golfeadas,
indiferencias y debilidades, Señor, yo quiero seguirte, quiero hacer tu
Voluntad y, eso, descubres que te quiero, aunque pasen inadvertidos mis
sentimientos. Sin Ti, mi Señor, mi vida se vendría abajo.
Del mismo modo que recibes los talentos de otros, tú también estás llamado a entregar los tuyos para mejorar la vida de quienes te rodean. Todo se resume en amarnos como el Señor nos ama: compartiéndonos unos a otros según nuestras capacidades.
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