
No podemos ignorar que necesitamos utilizar todo aquello que nos pueda facilitar el llegar a las personas y el anunciar el Evangelio de la mejor manera posible y de la forma más inteligible. Pero, nunca olvidarnos que es el Espíritu de Dios quien está por encima de nosotros.
Y a Él se debe el éxito y la gloria. Nuestra siembra será por y en su nombre y a Él se deberán los resultados. Porque, Él es el sembrador que ha sembrado la semilla en nuestro corazón y será quien recoja los frutos que dicha semilla dé en nuestros corazones.
Pero, mientras, nosotros confiados en su Palabra y con el auxilio del Espíritu Santo trataremos de cultivar esa siembra con el agua de la Palabra y la Gracia del Espíritu para que dé frutos. Frutos que serán por obra y gracia del Amor y la Misericordia de nuestro Padre Dios
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