Cada día es una aventura. Sin darnos cuenta, ponemos
nuestra vida en riesgo, y puede ocurrir cualquier cosa, incluso perderla. Por
eso, es necesario estar atentos y expectantes.
Es la prueba del algodón. No puedes amar a Dios sin
amar a tu hermano. Tu amor, por mucho que trates de manifestarlo, será pura
apariencia. Si quieres amar a Dios, empieza por amar a tu hermano.
Todo depende de la actitud que tomes en tu caminar
por la vida. Si piensas que aquí se acaba todo, vivirás más preocupado por disfrutar que por
servir. Pero si crees que la vida continúa más allá, estarás vigilante y
dispuesto a ser sorprendido sirviendo a los demás.
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Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.