Es evidente que el demonio no se va a expulsar a sí mismo. La lógica no nos dice eso, pues, un reino dividido desaparece. Luego, Jesús viene en nombre de su Padre a liberarnos de la esclavitud a la que nos somete el pecado. Un pecado de cuya mayor amenaza es el demonio.
Pero, esa liberación pasa también por nosotros. Dependerá de la actitud que tengamos ante el anuncio de la Palabra de Jesús. Porque, podemos, aunque no creamos que el diablo nos está distrayendo, hacer oídos sordos a esa Palabra que Jesús nos proclama y pasar sin advertirla seducido por este mundo.
Por eso, debemos de fortalecernos sostenidos en la Palabra del Señor. Una Palabra que nos vivífica y nos salva. Una Palabra a la que tenemos que abrir nuestros oídos y, sobre todo, nuestro corazón. Porque, en ella podemos liberarnos de las garras del demonio que trata de seducirnos y engañarnos.
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