La
Buena Noticia de Jesús no es cómoda ni complaciente. El Evangelio difícilmente
se abre paso pacíficamente en las personas y en las culturas. Siempre cuestiona
y resulta insidioso. A quien lo experimenta por dentro es como fuego que quema,
que obliga a la urgencia.
Tu
sacrificio, Señor, es por mis pecados. Has entregado tu Vida para salvar la
mía, y yo, muchas veces, rechazo tu amor y misericordia. Experimento que cada
momento de mi vida que te doy la espalda, soy responsable de esa cruz en donde
entregaste tu Vida. Toma mi vida y moldéame, Señor, según tu Voluntad.
Pero quienes se sienten amenazados por esa luz levantan murallas para contenerla. La sociedad se esfuerza en domesticar el Evangelio, en canalizarlo por las sendas de la corrección política, pero el Evangelio no se deja domesticar. Es fuego que purifica y libera.
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